Roberto Céspedes repitió ante el fiscal la misma versión que contó en el video que circuló por los medios. Sin embargo, su relato es inconsistente con la escena del crimen. El otro imputado se negó a declarar.

El crimen del diácono Guillermo Luquin, ocurrido el domingo por la madrugada en la casa del religioso ubicada en Temperley, amagó con quedar esclarecido cuando los dos jóvenes que estuvieron durante la fatídica noche se entregaron a la justicia. Sus huellas estaban en la escena del crimen, y por eso la policía los fue a buscar.

A eso se sumó la declaración de uno de ellos, Roberto Javier Céspedes, quien confesó en un video que la muerte de Luquin se había dado en un contexto de defensa personal ante un intento de abuso sobre él y su novio, Leonel Martínez. Ambos estan imputados por “homicidio y robo agravado”.

Sin embargo, la justicia encontró varias inconsistencias entre el relato del material audiovisual y su declaración testimonial ante el fiscal de la causa Carlos Baccini, titular de la UFI N°6 de Lomas de Zamora. Martínez, en cambio, se negó a declarar.

Céspedes varias horas en el despacho del fiscal y se mantuvo en la versión de que su novio y él reaccionaron ante el ataque del diácono. Lisa y llanamente, que él y su novio se defendieron del ataque del religioso, que luego se asustaron y se fueron de la escena del crimen.

Una de las contradicciones es que el sospechoso negó que se hayan llevado de la casa, ubicada en Bombero Ariño al 800, en Temperley, el celular de la víctima. Se cree que tendría las conversaciones de Telegram con la que los detenidos pactaron la visita a la casa del diácono. El teléfono aún no aparece.

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Sobre el relato de la lucha y las heridas que presentaba el cadáver, se dieron la mayor parte de las inconsistencias. «Por ejemplo, dijo que todo ocurrió en el piso pero los indicios marcan que gran parte de la lucha fue en la cama, donde estaba la mayor parte de la sangre», describió una fuente cercana al caso.

Otro punto es que adujo que fue su novio el que le pegó con el velador al religioso, quien sufrió una fractura de cráneo, y que «ese objeto estaba a la izquierda de la cama, cuando los peritos determinaron que estaba a la derecha». Tampoco pudo explicar Céspedes las cinco puñaladas en la panza, los brazos y el cuello que presentaba el cuerpo de Luquin.

 

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