Fue el segmento más golpeado de la población por el efecto de pinzas provocado por la política salarial regresiva y la disparada del precio de los alimentos.

Los ingresos del 10 por ciento más pobre de la población crecieron apenas 54,6 por ciento durante los últimos tres años, mientras que la canasta básica alimentaria, indispensable para no caer en la indigencia, se encareció 151 por ciento. De este modo, los que menos tienen perdieron el 38,4 por ciento de su capacidad de compra entre 2016 y 2018, según detalla un informe del grupo de estudios Proyecto Económico que dirige la economista y diputada nacional Fernanda Vallejos. Además, el informe compara la pérdida del 30 por ciento más pobre tomando como referencia la canasta básica total y en ese caso la caída acumulada llega al 40 por ciento.

El informe analiza los datos de distribución del ingreso per capita familiar del Indec y los datos del Instituto de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires para los trimestres en los cuáles no existe información nacional. De allí surge una pronunciada regresividad en la evolución de los ingresos por decil. Todos los estratos sociales tuvieron incrementos en sus ingresos nominales por debajo del alza de precios, pero la brecha entre crecimiento de los ingresos y de los precios fue notablemente más grande para los estratos de menores ingresos, situación que se profundizó fundamentalmente a partir de la crisis cambiaria del año pasado.

El ingreso per capita familiar creció en promedio 82 por ciento entre el cuarto trimestre de 2015 y el cuarto trimestre de 2018, pero mientras el decil 10, de mayores recursos, percibió un incremento de 103,9 por ciento, el decil 1, los más pobres, solo percibió una actualización de 54,6 por ciento. Durante el último año la diferencia fue todavía mayor. Entre el cuarto trimestre de 2017 y el cuarto trimestre de 2018 los ingresos del decil más rico treparon 32,9 por ciento y los del decil más pobre apenas 12,8 por ciento.

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A la regresividad que impone la política económica impulsada por el presidente Mauricio Macri, que surge de la variación de ingresos por decil, se le sumó también el impacto diferencial de la inflación que también pegó más en los que menos tienen. “Al desagregar la inflación general, queda de manifiesto que los capítulos que muestran mayor incremento de precios son aquellos asociados al consumo de los más pobres”, subraya el informe.

Durante 2016 el incremento en los precios de las tarifas públicas encabezó, por lejos, el alza de precios minoristas. Luego, cuando las “actualizaciones” tarifarias continuaron sufriendo incrementos importantes pero no de la magnitud de los anteriores, fueron los alimentos y el transporte, los rubros que pasaron a ocupar la cabecera en materia de inflación, tratándose de bienes de baja elasticidad precio (bienes que, por ser de primera necesidad, aun ante enormes variaciones en su precio, difícilmente dejan de ser consumidos por las familias). La canasta básica alimentaria, por ejemplo, trepó 151 por ciento en tres años, pero solo el último año se disparó un 53 por ciento.

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