“Sería una tontería para cualquier candidato dar la espalda al trabajo en curso” pontificó la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. A la intromisión soez en la política interna de un país que se supone soberano le falta completar la frase: sería un suicidio continuar con el programa conjunto del FMI y del presidente Mauricio Macri. La querida Christine señala que se están viendo los frutos pero algo debe fallar en el flanco optimista del diagnóstico. Los técnicos del Fondo “aumentan” el estimado de inflación anual al 30 por ciento, lo que suena a tomadura de pelo posiblemente porque lo es. El Indec dará a conocer en la semana el aumento de precios al consumidor de marzo: un trimestre que dará por tierra con las proyecciones falaces y minimalistas.

Hasta la virreina y sus asesores advierten que este añoserá recesivo. La caída de la recaudación de impuestos agrava la tormenta perfecta, es un dato de manual. La actividad se hunde en un pozo inexplorado desde el 2001.

Una mirada impresionista recoge imágenes olvidadas: hambre en los comedores escolares, crecimiento de la mendicidad, remarcación de precios (cuanto menos) quincenal. Este cronista, sin moverse de su barrio, se entera de casos sucedidos en grandes cadenas de supermercados o farmacias en las que conviven mercaderías con precios “nuevos” y otros con los de días atrás. Esta gente no da abasto para todo.

Jaime Durán Barba abandona su estilo relajado y las predicciones de su último libro para descubrir una verdad asombrosa: la economía real influye en el talante ciudadano y puede repercutir en sus comportamientos electorales. Con dos campañas exitosas como respaldo, el gurú había congregado en su torno una pléyade de admiradores, no solo macristas. Lo aspiracional no es todo, dictamina-recalcula el profeta. Mirá vos. La dirigencia PRO registra que timbrear se convirtió en un trabajo insalubre, en particular porque “la gente” los filma a ellos mientras los putea.

Macri anunciará medidas el miércoles que viene. Ahora dicen que exhumará un ersatz del programa Precios Cuidados, a disgusto, sin funcionarios idóneos y con las estructuras estatales devastadas.

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Dentelladas secas y calientes: El jefe de Gabinete Marcos Peña les ladra a los diputados opositores, tira tarascones a colegas de gestión y explica por la negativa el paquete que vendrá. No habrá congelamiento de precios porque es tabú. Tampoco control de precios, porque es mufa y populista. Se garantizaría, empero, que un conjunto de artículos de primera necesidad se mantendría sin variaciones hasta el cese del escrutinio definitivo en segunda vuelta.

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No vale la pena analizar las medidas anticipándose a los anuncios que saben ser mendaces. Ni a su versión escrita que suele reducir su alcance. Ni a la improbable ejecución con la secretaría de Comercio reducida a mini kiosco. Habrá que esperar, con la guardia alta.

El mar de fondo sacude al mejor equipo de los últimos cincuenta años en cuyo plantel sobreviven menos de la mitad de los titulares que salieron a la cancha a fines de 2015. Las disputas internas del elenco oficial acompañan a la crisis, como la sombra al cuerpo.

El malhumor en la Casa Rosada se propaga a las zonas de influencia. Las querellas entre funcionarios se difunden, avis rara pero sintomática en la hábil maquinaria de propaganda oficial. 

El ministro de Producción y Trabajo Dante Sica está que trina, divulgan voceros del susodicho. Hasta amenazó con su renuncia, añaden. La renuncia, hasta el cierre de esta nota, puede concretarse con un texto escrito de pocas líneas. La amenaza traduce el estado de ánimo de Sica, expatriado de la mesa chica, ninguneado por Peña y el ala triunfadora del equipo económico con el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne como emblema. Sica se colocó solo en preembarque a la sociedad civil, Macri y Peña esperarán un momento más tranqui (si lo hay) para eyectarlo. 

Como consecuencia de la guerra santa contra los ministerios (¿se acuerdan?) Sica capturó la Secretaría residual de Trabajo. Se refregaba las manos, acometió dos cruzadas. La primera, perseguir a funcionarios inútiles del equipo de Jorge Triaca (hijo) y deschavar chanchullos varios de esa etapa. Una labor sencilla que viene cumpliendo a gusto y con cierta eficacia.

La otra fue halagar a los empresarios poniéndoles la cartera a su servicio con una reforma laboral regresiva como plato principal del menú. Le cuesta cumplir con esa misión entre otros motivos porque la parálisis de la economía castiga desigualmente a la sociedad sin perdonar del todo a los empresarios. Quienes prefieren definirse como industriales o productores, se la ven en figurillas. Este modelo no los contempla o, mejor dicho, los tiene en la mira para aniquilarlos. 

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El FMI y sus visires locales enfocan apenas a la macroeconomía y la cotización del dólar. A diferencia de los sabios filósofos griegos, todo lo humano les es ajeno. La vida cotidiana de la población por caso. 

Los exportadores agropecuarios, festeja el Gobierno, comenzaron a liquidar divisas. Hasta el diario Clarín destaca que los benefactores se consagran al deporte más practicado desde 2015 por las elites: la bicicleta. Los sufridos hombres “del campo” colocan plazos fijos en dólares, obtienen tasas fastuosas, saltan de la bici con destreza impar y se pasan a las Leliq. Alimentan la bomba financiera.

La atención estatal a quienes necesitan crédito para no cerrar o para pagar los usurarios créditos UVA… te la debo. El Banco Nación (¡el Banco de la Nación Argentina!) se hunde en la carencia. “Estrés financiero” neologiza su presidente Javier González Fraga.

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Transiciones y esperanzas: Antaño, apenas ayer, el ministro del Interior Rogelio Frigerio (nieto) era el contertulio preferido por los gobernadores de la oposición. Cortés en el trato, desenvuelto para hablar castellano de corrido, con celular y despacho siempre abiertos desentonaba con otros funcionarios. Frigerio atendía y, además, manejaba caja… Sin recursos y devaluado en la interna del Gabinete, se diluye su encanto y se extinguió la ambición de ser candidato a gobernador en Entre Ríos (ver asimismo nota aparte).

El gobierno activa un reflejo típico del sistema democrático: hay que repartir en años electorales. Claro que poco o nada puede ofrecer a los argentinos: la carencia aprieta, las exigencias del FMI estrangulan. En la Casa Rosada se ilusionan imaginando que el Fondo “abrirá la mano”, dará un respiro, aflojará las metas. Aunque ecuánime para prodigar consejos a les candidates, Lagarde es oficialista en sus preferencias electorales.

Los quinchos de la City especulan con un auxilio financiero del Tesoro de los Estados Unidos. Cuesta imaginar cuánto sería necesario para maquillar el desempleo, la baja brutal de salarios y jubilaciones para quienes las perciben, la bulimia del sistema financiero en detrimento de sus clientes. 

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De cualquier forma, el gobierno reacciona y sus antagonistas tendrán que tomar nota. Tal vez (casi tienta escribir “ojalá”) a la oposición no le alcance con actuar como “socia de la crisis”. Si gana las elecciones tendrá que “hacer tonterías” que seguramente incluyan una reestructuración de la colosal deuda externa contraída por el macrismo. Antes de eso, deberá interpelar y espabilar a una sociedad civil agobiada, a muchos argentinos cuyo horizonte no supera el inalcanzable fin de mes. Ofrecer una salida, una esperanza alcanzable (en política no es oxímoron), un futuro que no sea repetición del pasado.

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En “el mundo” también…  Echemos un vistazo expeditivo “al mundo”. Grietas hay por doquier. Moncloas, ni en España. 

Los británicos padecen el delirio del Brexit que votaron y la incompetencia de la primera ministra Theresa May. 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, seguramente lee en un semestre más libros que Macri en toda su vida pero, como su par argentino, es rechazado por mucho más de la mitad de la población 

El estadounidense Donald Trump jamás congregó una mayoría en su país y tensiona al máximo la política doméstica o internacional.

Odios, antinomias y polarizaciones son factores comunes en el “mundo libre”. La Argentina tiene especificidades notables pero vive en el ecosistema de la globalización financiera que resta poder a los Estados y erosiona a las democracias. Los paralelismos con Brasil son chocantes, lo que no elimina las diferencias pero subraya que transcurrimos vidas paralelas, cuanto menos desde 2003.

Quienes encarnan alternativas a la ramplona derecha doméstica tienen un par de meses para armar un frente ganador y comenzar a sacudir la apatía colectiva, el cualunquismo, el odio. Que, ojo al piojo, son potenciales tablas de salvación (o herramientas) del macrismo cuando se acabaron las fantasías de la pobreza cero, los brotes verdes, el diluvio de inversiones o el florecer de los emprendedores.

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