Poca comunicación, grupos dispersos, cantidad de diferentes conducciones que circulaban por caminos paralelos. Casi una fotografía del paisaje actual de la oposición mientras espera que alguna vez llegue el Paro General.

La movilización de este jueves 4 de abril fue un buen reflejo del estado de la oposición al macrismo: somos muchos pero no se nota.

Dispersión, encontronazos y lucha de aparatos. No hubo nunca una multitud porque no hubo una concentración. Porque los caciques de la CGT tienen un cagazo feroz a que las bases les vuelvan a exigir un paro y evitaron a toda costa que hubiera un acto central.  Con esa conducción errática,  más la amenaza del clima, lo que debió ser una contundente demostración de fuerza se pareció más a una caminata sin rumbo por las calles de Buenos Aires.

Cerca de las 15.30, Avenida de Mayo, en el tramo que une 9 de Julio con Plaza de Mayo estaba desierta. Para chequear el dato, le pregunto a una de las vendedoras de choripan: “Todavía no llegaron”, me dice. Y tras una breve pausa, agrega “espero”.

El momento de mayor concentración fue cerca de las 13 en el Congreso, donde convocaban las dos CTA (Central de Trabajadores de la Argentina). En rigor, eran las dos CTA principales, la de Yaski y la de Micheli, porque en estos tiempos de dispersión cada pequeño referente emprendió la tarea de construir su propia CTA. Justo en ese momento, el cielo se puso negro y se descargó sobre la ciudad un chaparrón que parecía una muestra gratis del diluvio universal. Los militantes de los gremios docentes y de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), los gremios fundadores de la CTA, se mantuvieron estoicos bajo el aguacero, que finalmente duró unos pocos minutos. Sin embargo, alcanzó para disuadir a quienes se pensaban sumar más adelante a la movilización. Esperemos.

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Esta misma Plaza de los Dos Congresos fue escenario algunos meses atrás de las movilizaciones a favor de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo y, un año atrás, de la imponente convocatoria bajo la consigna Ni Una Menos. Las comparaciones siempre son odiosas, pero, en aquellas épocas, algunas dirigentes bromeaban con el hecho de que los caciques de la CGT deberían tomar nota del poder de movilización de los movimientos de mujeres y LGTBIQ. Esa humorada dejó de ser graciosa este jueves y pasó a ser una realidad evidente.

La conducción de la CGT, sumida en unas internas más difíciles de entender que el balbuceo del presidente Mauricio Macri, se sumó a regañadientes a esta protesta, originalmente convocada por los dirigentes de las asociaciones de pequeñas y medianas empresas. Signo de los tiempos, también, la central obrera haciendo seguidismo de empresarios nacionales acorralados por la arremetida feroz del capital financiero y de la embajada de EEUU que viene ahora a reclamar  os negocios de Arcor y Techint para sus empresas representadas.

Los gremios de “los gordos” se reunían en Plaza Once, o al menos así lo sugerían sus voceros. Pero cerca de las 14, apenas había en la zona un centenar de militantes de Gastronómicos marchando por las callecitas del barrio. Supuse que serían una fracción disidente, pero uno de los fotógrafos que registraba la movilización del aparato tenía un chaleco verde que decía Luis Conducción.

Con el mapa de las movilizaciones en mano, fui a toda velocidad hacia la intersección de Avenida de Mayo y 9 de Julio, donde está el monumento al Quijote injustamente vituperado. Allí se dispersaban ya los judiciales, y un sector de la UOCRA. Uno de los militantes tenía un chaleco que decía Gerardo Conducción y fue imposible dejar de pensar que la política con nombre propio tiene algo que ver en esta dispersión.  A menos que el atuendo fuera merchandising de la Noche del Domingo del olvidable Sofovich.

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Por su parte, el Partido Obrero, el MST y sus gremios controlados se convocaron en el Obelisco. Desde lejos se escuchaba una canción incantable, con la música de “Me lo dijo una gitana” pero con una letra tan larga y tan llena de lugares comunes que este cronista no encontró ni a un solo militante que estuviera cantándola más allá de la compañera que lo hacía con orgullosa desafinación desde el megáfono.  Cerca de las 15.40, los manifestantes se pusieron en marcha y se dirigieron por 9 de Julio hasta avenida de Mayo y de ahí a la Plaza, recorrido que apenas acompañé unas cuadras.

Cerca de las 16, la policía ya había liberado el tránsito y de la movilización más penosa de la CGT que este cronista recuerde sólo quedaban los puestos de comida. Para no quedarme con una sola campana, me acerqué a uno de los vendedores que estaba más cerca de Plaza Congreso. “¿Vendiste algo?” le pregunté. “Se vendió, sí, pero no se notó la gente porque anduvieron todo el día caminando de acá para allá”.

Quizás, y sólo quizás, hacer política de cara a las decisivas elecciones de fin de año signifique caminar todos hacia un mismo lado. Te encargo la Filcar.

Todas las fichas están puestas ahora en el 11 de abril, cuando se reúnan los plenarios regionales de la CGT bajo el influjo del moyanismo y de la Corriente Federal para exigir, esta vez en concurso de los “cuerpos orgánicos”, un Paro General.

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