Buscan aprovechar el impulso de la masiva movilización del jueves para que la conducción de la CGT se pliegue a una huelga nacional.

La masividad de la marcha del 4 de abril fue la expresión de la fortaleza que, cuando quiere, la CGT puede demostrar en las calles. Fue una clara representación del rechazo generalizado al plan económico que encabeza Mauricio Macri. Sin embargo, esa energía y dinamismo no es la regla de la central obrera que tiende a diluirse cuando esa externalización de la protesta carece de continuidad y que para el más simple de los laburantes bien puede traducirse en el llamado a un paro general. La tirria que la CGT le tiene a la huelga o, mejor dicho, a la firmeza en la defensa de los derechos de los trabajadores provocó en estos cuatro años no sólo renuncias a los puestos de la conducción sino también el armado de espacios sindicales que, con sus más y sus menos, buscan empujar a la central sindical a recuperar ese antiguo y original mandato. Al menos es lo que promete el plenario de regionales de la CGT que el próximo 11 de abril se realizará en la sede del Smata por iniciativa de los gremios que formaron el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN). Ese día y rompiendo con la tradición cegetista, este colectivo buscará presionar desde abajo hacia arriba, esto es a la conducción, para que encare el último tramo del gobierno de Macri con mayor firmeza y confrontación.

La intención de los más de 70 gremios que le dan forma al FSMN es por lo menos inusual porque va en contra de lo que marca la tradición de la CGT que es la que piensa y delinea la estrategia y la pone en marcha. Si se quiere, las órdenes bajan de la punta de la pirámide, la que marca el ritmo y no al revés como pretende este sector. Uno de los motivos que lleva a romper con esta tradición bien podría definirse como un intento (hubo varios) por hacer reaccionar a la conducción cegetista antes que recurrir al camino más corto que es la fractura de la centra obrera. Y es que para buena parte del Frente Sindical el exceso de prudencia que ha mostrado el secretariado de la CGT desde la llegada de Cambiemos a la Casa Rosada termina por hacerlos parecer como oficialistas aunque en el fondo no lo sean. Los grupos que hoy controlan el devenir de la central obrera, gordos e independientes, tienen en su ADN el hacer prevalecer el diálogo y la negociación por sobre la acción directa o la confrontación. Ambas son herramientas que bien utilizadas pueden permitir alcanzar los objetivos planteados. Sin embargo, a los ojos de estos gremios del FSMN el exceso de uso de la herramienta “negociación” terminó por debilitar a la CGT frente a un gobierno que no ha demostrado ni siquiera piedad con los derechos de los y las trabajadoras y tampoco con los industriales, grandes o pequeños y que decir de los comercios.

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En ese contexto, el plenario de regionales de la CGT que se planificó viene a ser un intento por reactivar a la conducción cegetista. Buscan que las CGT de las provincias hagan oír su voz, sus realidades y diagnósticos de lo que representan las consecuencias del plan económico. En las provincias, dicen los organizadores del encuentro, hay más unidad de lo que se ve en la calle Azopardo y un reclamo por endurecer las posición con el gobierno, esto es la necesidad de hacer un paro antes de que comience realmente la campaña electoral.

Es por eso que entre los organizadores del plenario, como la UOM, Smata y Camioneros, existe la intención de conseguir un mandato para lanzar un paro nacional antes de que finalice abril. La pregunta que por ahora no tiene respuesta es si el reclamo de las regionales, que le dan carnadura a la mayor central obrera de Latinoamérica, funcionará como un factor desencadenante en la conducción de la CGT y romperá el status quo en la que está sumergida.

Las elecciones presidenciales de octubre tienen algo que ver con la “prudencia” que invade a los conductores de la central obrera. Entre ellos prima la idea de que es preciso alcanzar la unidad del peronismo como condición necesaria y excluyente para sacar a Cambiemos de la Rosada y que una CGT brava no contribuirá a lograr ese objetivo por aquello de que es tal el nivel de malaria que vive el pueblo que un exceso de combatividad puede encender la protesta social, un fenómeno que para este grupo de dirigentes suele no garantizar la salida pretendida. En general, en el Frente Sindical sostienen que la combatividad sindical y el armado electoral no son fuerzas contrapuestas sino más bien complementarias.

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La marcha del jueves pretendía no sólo la defensa de la industria y el trabajo. También decía que es en defensa de la unidad. El punto es que por estas horas existe una tensión en la cuerda que todavía une a los que lideran la CGT con este grupo que formó el Frente Sindical. Ambos hablan de unidad, tanto en la central obrera como en el peronismo. Sin embargo, la negativa coyuntura actual le agrega una mayor tensión a esa cuerda que, de no mediar un acuerdo, puede terminar por cortarse y eso no será positivo.

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