UNA ERA OLVIDADA: LA DEL VAPOR

La historia de la humanidad ha recibido distintos nombres en la medida que los hechos históricos ocurridos, han denominado el transcurso de ese tiempo. Así en estos momentos estamos viviendo «La Contemporánea» desde 1789 por la «Revolución Francesa», la anterior fue la “Era Moderna» ocurrida entre 1492 y el año 1789. La historia se toma su tiempo para ponerle nombres a ciertos hechos, pero bien podría decirse que estamos en la «Era Atómica» a partir del lanzamiento de la Bomba de Hiroshima. A mi criterio se ha ignorado injustamente reconocer la «Era del Vapor», debemos reconocer que gracias «al vapor» la civilización tuvo nuevos recursos que le permitieron avanzar en eficiencia y relaciones sociales. La tracción a vapor ha potenciado todo lo que los hombres hicieron: ganaron en potencia por el poder de fuerza de sus maquinarias «a vapor”, también ganaron la posibilidad de comunicarse más fácilmente por el aporte del ferrocarril, así muchos hechos más, que permitieron a los hombres «potenciar» su vida moderna.
Recurriendo al diccionario leemos: «vapor: Gas debido a la evaporación de un líquido, o a veces de un sólido». Desde 1540 hubo antecedentes de la fuerza del vapor, pero es recién Dionisio Papín quien le agrega un émbolo que le permite pensar en un aprovechamiento más directo, posteriormente, el inglés James Watt hizo llegar este aparato a tal perfección que puede atribuírsele casi todo el mérito de su invención, en los años 1750-70.
Luego de ese hallazgo todo quedó por la imaginación y el ingenio, de quienes vieron en este hecho, una salida ideal para sus necesidades. Son innumerables sus destinos, pero nuestro mettier es relacionar su fuerza para la propulsión de los vapores y los trenes. Hasta hubo lanzaderas que usaron el vapor para hacer hilados, no menos ingeniosa fue la posibilidad de que el transporte de a caballo, por ejemplo, los ómnibus de dos pisos pudieran utilizar su energía, lo mismo ocurrió cuando se inventaron coches a vapor, llegaron a caminar, pero los motores a explosión los derrotaron. Es así como el ingenio llega ocuparse del trasporte marítimo, si bien en principio los émbolos, los utilizaron hacia atrás, como cuando las paletas de los barcos eran impulsadas desde la popa, a fines de 1790, un avispado armador trasladó sus paletas, que como ruedas estaban ubicadas a ambos lados del barco. Fue por los años 1810, en los Estados Unidos por el río Mississippi Robert Livingston en 1807 y tres años después Robert Fulton, se consideran los primeros armadores que por el río Delaware River y Oftns del sur de ese estado, comenzaron sus viajes.
A partir de ese momento cada nuevo barco tenía un mejor andar, los primeros fueron utili-zados para viajes de corta distancia, lo que denominamos transbordadores, pero luego la necesidad de dar seguridad y ligereza los viajes, se combinó con los cutter a velamen, encargados de unir Europa con América, con ruedas muy grandes para los momentos ap vienta. Un nuevo avance fue usar la fuerza lateral de los ejes de las ruedas y destinarlo hacia atrás donde se le colocaron hélices muy eficientes. Ocurrido hacia el primer cuarto de siglo (1830), permitió cambiar totalmente el sentido da la navegación, no hubo necesidad de velamen porque la potencia de una, dos o tres hélices, elementos portadores de cargas mueven casi todo lo que el mundo intercambia, pero poco a poco fueron reemplazadas sus calderas, por turbinas a gas-oil.
La otra virtud de la «fuerza a vapor» la encontramos en el medio que nos toca comentar. Tardó un poco más, pero cuando combinaron vías sobre las cuales rodarían, más potencia que fueron agregando a su tracción, resultó el medio más usado del siglo XIX. Todos querían que el ferrocarril pasara por su seguridad y ligereza los viajes, se combinó con los cutfr a velamen, encargados de unir Europa con América, con ruedas muy grandes para los momentos sin viento.
Como dato curioso podemos repetir por haberlo leído en Rogind, La Historia del Ferrocarril del Sud entre 1852 y 1880, nuestro país importaba trigo desde Estados Unidos y Europa. Realmente los trenes fueron los más grandes impulsores de la Argentina agrícola, crecieron las formas modernas de comunicación entre distintas provincias y sus capitales, Unidas a la gran metrópolis recibieron una atención que por años les fue negada por lo trabajoso de sus caminos y medios de transporte a caballo, no sólo recibieron bienes nuevos, sino también pudieron comenzar a hacer conocer los propios en otros lugares del país y también en el exterior.

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HEG

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