A principios de diciembre del año pasado se aprobó una promisoria ley de habilitación para espacios culturales de la Capital Federal, algo esperado y exigido por la comunidad por tratarse de uno de los temas a resolver más urgentes del sector. Sin embargo, sacando provecho de que la nueva normativa comenzará a regir recién en marzo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dio la primera embestida del año y clausuró al espacio Cusca Risún, ubicado en San Lorenzo 365, en el barrio de San Telmo. La modalidad fue bruta y brutal: primero clausuraron el espacio sin notificar a sus responsables y luego labraron un acta de violación a la clausura ya que el espacio no paró su actividad. Al cierre de esta edición, la Agencia Gubernamental de Control  mantenía la clausura, sin precisiones sobre cuándo iba a normalizar la situación.

«Vinieron el 5 de enero y nos dijeron que teníamos diez días para presentar unos papeles que pedían. Me aseguraron que no era necesario que hiciéramos nada, que iban a volver. El martes me presenté en las oficinas del Gobierno de la Ciudad, donde me enteré que estábamos clausurados. No pusieron faja ni nos notificaron, pese a que en sus registros figuraba que sí. Ese mismo día levantaron la clausura, pero a la noche fueron al lugar y nos labraron otra acta por violación de clausura. Ahora nos tienen así, pese a que deberían dejarnos trabajar con el trámite empezado», cuenta Constanza «Coni» Banús, responsable del espacio junto a Sebastián Ausilio.

Resultante de la experiencia de espacios anteriores, Cusca Risún (que en quichua significa «iremos juntos») funciona en San Telmo desde abril de 2018 y se encarga fundamentalmente de difundir «parte de nuestra identidad sociocultural». «Nos nutrimos de actividades relacionadas al tango, al folclore, a la música latinoamericana, a la poesía. Nuestro espíritu es el de la diversidad», asegura Banús, para quien el gobierno porteño «genera siempre un gasto y nunca una política de ayuda para quienes invierten en cultura».

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«Una clausura significa una pérdida cultural, porque las personas que difunden el arte de nuestro país pierden las fechas que tenían asignadas, y económica, porque ya de por sí estos espacios no generan ganancias sino que apenas sobreviven. Es un impacto anímico muy grande. Toda la comunidad artística está mal ante este ataque permanente a los espacios independientes», desliza la gestora, que destaca el agravante de que las clausuras sean durante el fin de semana, momento en el que los espacios tienen mayor actividad.

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