Los industriales textiles aseguran que la situación se agrava día a día. Sin ventas, sin pedidos de entrega, la única certeza es que la crisis es política: sin cambio de modelo no hay salida.

Hablar con un empresario del sector textil es equivalente a acceder a un cuadro completo de la dramática situación que se vive en la actividad industrial, sin perspectiva de salida cercana y en una dinámica en la que la recesión se profundiza día tras día. “Somos la punta de lanza de la crisis industrial, los más perjudicados por la caída de la demanda y la importación: en comparación a 2015, la caída de la producción es del 32 por ciento (se perdió una tercera parte de lo que se producía, en conjunto, en ese año). El uso de la capacidad instalada está por debajo del 50 por ciento, en el orden del 47 ó 48; los números son abrumadores y la situación se sigue agravando. Quizás la principal novedad es que escucho a gran número de mis colegas decir que el problema es la política económica, el modelo elegido, cuando hasta hace pocos meses esos mismos empresarios te hablaban de cuestiones técnicas o de ciclo económico para señalar una situación pasajera; hoy no hay perspectivas si no cambia el modelo”, describió, tajante, Damián Regalini, vicepresidente de la Cámara de Fabricantes de Medias y dirigente de la Fundación Protejer, al ser consultado.

La industria ingresa al verano como quien entra a un túnel del cual se desconoce si hay salida. Muchas empresas, la mayoría, sufren la merma de pedidos, deciden cerrar por vacaciones y no tienen ninguna certeza de cuál será la situación al reabrir. “La mayoría de los que están en el sector textil dejó de producir hace varias semanas, ya agotó los stocks y no recibió nuevos pedidos. Diciembre es un mes importante para el sector de indumentaria, por los pedidos del comercio para ventas de fin de año y porque ya recibís señales de la planificación de la próxima temporada. Este año no aparecieron los pedidos ni las señales. Ni para el que produce con marca propia ni para el que fabrica para terceros; la crisis se siente en la falta de órdenes de compra de tus clientes pero también en tus proveedores, que los ves en una situación similar”, apunta Regalini, que afirma que “noviembre y diciembre fueron peores que los meses anteriores, yo creo que cuando tengamos las estadísticas se va a ver. Tengo colegas, y no sólo en mi sector, que llevan hasta dos meses con la fábrica cerrada, trabajando puertas adentro en mantenimiento de la planta para no echar personal, y el parate sigue. Cada vez hay más cheques rechazados y se agotan las instancias para estirar el tiempo y no tomar decisiones drásticas, como echar personal capacitado o parar un proceso productivo con un alto costo para volver a poner en marcha la máquina. En el sector textil, muchos esperan a ver qué pasa en febrero o marzo, con el inicio de temporada, pero cada vez se hace más difícil llegar”.

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El diagnóstico coincide con el planteado por la carta de la Asamblea de la Pequeña y Mediana Empresa, en la que propone “a sectores empresarios, políticos y sociales” un debate para “construir consensos hacia un proyecto  productivo nacional”. Allí se puntualiza, entre “las principales consecuencias de este modelo”, el derrumbe del entramado productivo nacional, ingreso irrestricto de productos importados, caída del poder adquisitivo, incremento de concursos y quiebras, corte de la cadena de pagos, y “el cierre masivo de micro, pequeñas y medianas empresas”. Al igual que la impresión que transmite Regalini, Apyme visualiza en el modelo económico la responsabilidad de esta crisis sin final. “El gobierno sostiene y profundiza este esquema que condena al país a un círculo de recesión, ajuste y endeudamiento, sin que se perciba una perspectiva realista y sustentable de reactivación”, advierte la entidad que preside Eduardo Fernández.

La crisis económica, que ya tiene registro en sus derivaciones sociales, tiene dos instancias de respuestas, según se observa. Una, es la búsqueda de caminos alternativos, como el debate que impulsa Apyme y la postura de otras organizaciones que van tomando posición indisimulada de oposición al modelo económico. Otra, la actitud que asumen empresarios que se van hundiendo en la crisis y que empiezan a tomar conciencia de que tanto las razones, como la salida, son políticas. Implementan respuestas defensivas para sobrevivir, pero nunca han actuado (en su gran mayoría) en gremialismo empresario. Y en una alta proporción, afirma Regalini, tampoco se sienten atraídos a hacerlo ahora. “Empiezan a prestar atención a qué dicen los futuros candidatos, reflexionan y debaten, pero no se sienten atraídos a participar”, es como caracteriza Regalini a ese empresario concientizado a golpes por la realidad.

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La responsabilidad de acercar las necesidades del sector a las dirigencias políticas sigue recayendo en las entidades gremial empresarias. “Es válido que se nos convoque, es útil que podamos expresar nuestra problemática a la dirigencia política, igual que sucede con otros sectores, pero por ahora hay mucha foto y poca acción”, opina Regalini. “Lo único que nos va a salvar es que estemos presentes, y nos den participación, en la elaboración de las futuras políticas económicas”, deja como apunte final.

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