CARRERAS CUADRERAS

Durante muchos años y todavía no desarraigada del todo, pues la condición de medir fuerzas es una virtud de nuestros gauchos, las CARRERAS CUADRERAS han sido un motivo de alegría para ese gauchaje que se reunía en las pulperías, boliches o esquinas de nuestra campaña. Los partidos de Chascomús, Dolores, Luján, 25 de Mayo, San Pedro entre muchos otros, se corrían carreras «criollas» cuadreras, lo mismo en los arrabales de la ciudad de Buenos Aires siendo famosas varias pistas de fines de siglo: una en el Bajo de la Recoleta en lo que sería ahora la avenida Alvear con destino a Palermo, también fue famosa la Calle de las Cañitas, lo que hoy es la avenida Luis María Campos desde los cuarteles de Patricios hasta el Hospital Militar. En la quinta de los Olivera del barrio de Mataderos supieron hacerse famosas sus cuadreras entre la gente de «a caballo», propias de las actividades de los mataderos, el tiro estaba en lo que hoy es la calle Lacarra. Cerca del Riachuelo y Constitución corría «la Calle Larga al Sur», hoy conocida como Montes de Oca, era un encuentro de la gente de las tropas que acampaban por esa zona, carretas que traían cargas de leña y productos de granja saliendo luego con cargas generales.
Se puede llegar a decir que no hubo pago en el que no se hubiesen corrido carreras cuadreras.
Habiendo una pulpería, esquina o boliche estaba todo dicho, la pista o tiro de las carreras tenían varias longitudes según fuera el carácter del desafío. Eran más comunes los tiros cortos como ser 180, 200, 280, 400 y 500 metros, hubo desafíos que alargaban la pista a una legua de campo o sea 4.000 metros, pero era una excepción. EI jinete siempre montaba en pelo, muy aligerado de ropas, descalzo y a veces con dos rebenques por temor a perder uno de ellos y para usar la mano libre si el rival le hacía la jugarreta de acosarlo por ese lado. El peso no era definitivo en las carreras comunes, pero en los desafíos se efectuaba el peso de los animales con balanzas especiales, por haber conocido una en la barraca de Morlans en Escribano y Lamadrid, la voy a describir, era en mayor escala esas que los verduleros callejeros llevan, pero en mucho mayor tamaño y la forma de pesar los caballos era pasarles un cinchón bien ancho por debajo de la panza hasta quedar a punto para ser pesado. Lamento que el amigo Morlans no me la haya querido vender, debe estar en algún lugar, ojalá no olvidada o tirada. Las organizadas en las pulperías de campaña eran de las conocidas como «costilla a costilla», a «ganarse como pueda» y con andariveles, que era un simple alambre, a partir del momento que se contó con él o un simple piolín tendido sobre estacas a ambos lados del cual se corrían dos huellas paralelas. Podemos decir; sin exagerar que con los primeros criollos nacieron las primeras carreras cuadreras, debía ser esto natural, para quienes el caballo lo era todo: compañero, vehículo, herramienta de trabajo y en ellas motivo, de diversión para probar sus habilidades. Y en las carreras de la pulpería, el paisano ponía junto a sus pesitos, también su orgullo. No obstante habérselas prohibido en algunas épocas, en alguna reunión solía circular una confidencia: «el domingo hay carreras en la esquina de don fulano» y el domingo, en forma clandestina, las carreras se realizaban… hasta que llegaba la policía, generalmente tarde, a poner término a la fiesta.
Cuando las carreras eran entre dos caballos se los denominaba «parejeros» y en el caso de que fueran tres o más de cuatro se las llamaba «polla», las carreras se largaban después de algunas o muchas «partidas» ¿qué eran las partidas? consistían en una serie de arranques a media rienda que ejecutaban los corredores, observándose cara a cara, mientras alguno «convidaba» al contrincante a largar. Hay quien dice que el fin de estas «partidas» o falsas largadas era la de enardecer convenientemente los caballos para la lucha que sobrevendría, existiendo el otro propósito no disimulado de aventajarse uno al otro al momento de estallar el «vamos» que, una vez aceptado con la misma voz, sin vuelta atrás significaba el comienzo de la contienda. Las carreras duraban todo el día y algunas veces más tiempo, hasta una semana si los desafíos duraban, cuando en las esquinas y pulperías se anunciaban carreras era seguro el incremento de ventas de calzados, ropas, armas, ponchos, herramientas y gran consumo de bebidas, también acudían carretas tiradas por bueyes y carruajes a caballo que oficiaban de «pulperías ambulantes» que se acercaban a esas esquinas solitarias portando de todo lo que se podía ofrecer en esos parajes desolados. También si duraban varios días eran esperadas unas mozas de vida libre que hacían buenos negocios con esos clientes tan alejados de sus prendas oficiales.
Después de un día trajinado con desafíos y apuestas varias, al atardecer florecía el baile hasta la medianoche, entre puros hombres se tiraba la taba, mientras había luz para luego bajo lámparas y candiles llegaba el turno del monte, al fico, el mus, el truco y otros juego de naipes, al contado o punta de hacienda, prendas de plata, ovejas, tropillas entabladas, bolsas de maíz, en determinadas zonas y hasta lotes de tierra por el que era propietario de ellas. Con ausencia de hermanas, hijas, esposas, en los concurrentes a esas reuniones de las carreras, el elemento femenino “non santos” seguramente ponía una nota de sociabilidad en la fiesta de todos. Nos resta analizar los desafíos de famosos parejeros como el caballo “El Motor” de los Urquiola de Montes y otros muchos entre los que sobresale en nuestro pago la historia del “Pangaré Buey” que por años se hizo famoso por Chascomús y pagos vecinos.
La amplia mayoría de las notas tiene su origen en el libro de Carlos Antonio Moncaut. HEG

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