Una de las grandes ausencias en la toma de posesión del ex militar será la del presidente mexicano López Obrador, un antagonista natural del ultraderechista. La presencia más notoria es la del premier israelí, Netanyahu.

A 48 horas del desfile y la toma de posesión de Jair Bolsonaro una doble hilera de rollos de alambres de púa fue colocada alrededor de la avenida Eje Monumental, de Brasilia, que lleva ese nombre debido a su anchura la cual se hace todavía más imponente por la falta de árboles en su cantero central. Se aguarda la presencia de una docena de jefes de gobierno y Estado además del canciller norteamericano Mike Pompeo interesado en tratar con el inminente mandatario las políticas conjuntas sobre Venezuela, Cuba y Nicaragua según lo adelantó una nota oficial originada en Washington.

Estará ausente el mexicano Andrés Manuel López Obrador, presidente de la segunda potencia latinoamericana que se ha erigido en la referencia progresista y antagonista natural de la ultraderecha pronta a tomar el control del Palacio del Planalto.

Probablemente la presencia más notoria será la del premier israelí Benjamin Netanyahu arribado el viernes a Río de Janeiro donde, junto a Bolsonaro, anunció el surgimiento de una alianza estratégica a contramano de la tradición establecida durante décadas, incluso bajo gobiernos derechistas, por el Palacio Itamaraty. El maridaje Bolsonaro-Netanyahu fue aplaudido ayer por el pastor neopentecostal Silas Malafaia, asiduo viajero a Estados Unidos, y notorio por sus sermones contra las religiones de matriz africana, los gays y la educación sexual.

La dirigencia y los legisladores del Partido de los Trabajadores, con la primera bancada en Diputados, anunciaron su boicot a la fiesta brasiliense y su participación en una vigilia de fin de año frente a la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba donde está arrestado Luiz Inácio Lula da Silva. En una nota oficial el partido citó que el expresidente fue impedido de participar en las elecciones de octubre por una decisión judicial adoptada a poco más de un mes de los comicios. Por entonces Lula medía cerca del 40 por ciento en el promedio de las encuestas contra menos del 20 de Bolsonaro.

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Entre los convidados más extravagantes al acto de mañana sobresale el primer ministro de Hungría Viktor Orbán. Ese país de Europa Oriental está fuera del radar de influencia brasileño pero dentro de la ambición bolsonarista de integrar el Movimiento de la extrema derecha global concebido por el estadounidense Steve Bannon, que ya fue asesor de Donald Trump además de ser consultor del italiano Matteo Salvini, perteneciente a la separatista Liga Norte, y los neofranquistas del grupo español Vox.

Mañana llegará a su fin el interregno de Michel Temer, iniciado con el golpe de nuevo tipo de mayo de 2016 contra Dilma Rousseff. En el protocolo no se precisó si saldrá del Planalto por la rampa principal o alguna puerta lateral. Los sondeos indican que fue el presidente civil más impopular de la historia reciente y a partir del miércoles, cuando ya no tenga fueros, se expondrá al riesgo de ser preso en razón de tres procesos de corrupción en su donde hay hartas evidencias en su contra.

Ayer al mediodía el sol quemaba de a ratos, en otros se cubría de nubes, en el centro de una Brasilia tomada por policías y soldados de actitud poco amistosa, ubicados a lo largo de los retenes por los que debía pasar todo transeúnte que quisiera caminar por la avenida principal.

Las medidas de seguridad son propias de un país en guerra: misiles antiaéreos, un decreto presidencial que autoriza derribar aeronaves,  cazabombarderos F5 y cerca de tres mil efectivos movilizados, los cuales contarán con otros ocho mil prontos para entrar en acción.

Cerca de las 16 horas del domingo se inició el último ensayo del recorrido que mañana realizará el Rolls Royce a bordo del cual se trasladarán  el excapitán Bolsonaro y su esposa, Michelle. Ayer no se utilizó el antiguo vehículo donado por la corona británica pero es probable que mañana sea utilizado.

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La marcha sobre Brasilia tendrá la coreografía de los rituales militares: imponentes e intimidatorios.

El gobierno entrante contará con de 22 ministerios y nueve generales en cargos claves, incluso el de la vicepresidencia que ejercerá Hamilton Mourao. Está previsto que a fines de enero ese general, que llamó a un golpe de Estado hace un año y durante el gobierno de Dilma instó a una rebelión, asuma interinamente la presidencia mientras su superior será sometido a una intervención quirúrgica que lo tendrá fuera del cargo cerca de diez días. Que un militar retirado de alto rango se instale en el despacho del tercer piso del palacio donde despacha el presidente es algo que no ocurría desde la dictadura.

Mañana no habrá desbordes populares como los vividos el 1 de enero de 2003 cuando la multitud rodeó a Luiz Inácio Lula da Silva, abrazado por un hombre que logró burlar a la custodia. Las vallas metálicas colocadas a lo largo de la avenida impedirán que alquien se aproxime al presidente entrante.

Otra de las extraordinarias medidas de seguridad dispuso que los periodistas no puedan trasladarse del Congreso a la Presidencia y a la Cancillería, donde serán los tres eventos principales. Y para llegar hasta el Palacio Legislativo, donde se realizará el juramento a media tarde,   tendrán que tomar un ómnibus oficial que saldrá por la mañana desde el Centro Cultural Banco do Brasil ubicado a unos kilómetros del centro capitalino.

No se recuerda un cerco  “tan perjudicial” para el trabajo de los cronistas que demuestra una postura “preocupante”, señaló el Sindicato de Periodistas del Distrito Federal, miembro de la Federación Nacional de Periodistas.

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