No es nada fácil ser hombre en estos tiempos. Lo dicen muchos. Y menos un hombre bueno. Un hombre que no odia a las mujeres. “Siento el estómago revuelto”, “estoy descompuesto”  y “no pude dormir en toda la noche” son los términos orgánicos con que los compañeros de Calu Rivero tramitaron vía Instagram el arrepentimiento por no haberle creído y, probablemente, por no haber desconfiado de uno de ellos. Es decir, todavía no hay palabras, es una sensación que por el momento se expresa en las tripas, la de haberse considerado del lado razonable cuando se cumplía con una agenda misógina que pocos quisieran asumir como propia.

Tal vez, pueda resultar liberador enterarse de que nunca ha sido fácil ser hombre. La figura masculina sigue teniendo privilegios, pero para llegar a ser lo que es y mantenerse, pasa por un entrenamiento doloroso. Y no para de particpar en torneos. El artista y ensayista británico Grayson Perry, que hace años viene analizando los males de la masculinidad obligatoria, lo sintetiza en una escena de su libro The Descent of Man: “Voy en mi bicicleta subiendo una cuesta muy empinada. Al lado mío veo a un niño, tendrá 9 o 10 años, trata de subir con una bicicleta infantil, no preparada para este camino. Suda, pierde el equilibrio, se tropieza, contiene el llanto. Me ofrezco a ayudarlo y él se niega bruscamente. Es entonces que veo, en la cima de la cuesta, a su padre que lo observa muy enojado. Así se queda, sin mover un dedo, mirándolo, hasta que el niño que se está haciendo hombre, logra subir sin lágrimas. Le digo que merece la cárcel, que no merece ser padre, y el hombre me mira, sinceramente, sin entender”. Claro que habrá recompensa: cuando el adolescente varón rompa una vidriera, se dirá que manifiesta su cólera. Cuando lo haga una chica, será una desequilibrada.

Se viene hablando hace un buen tiempo de crisis de masculinidad pero cuesta entender de qué se trata sin una pregunta previa: ¿existe acaso una identidad masculina? Las identidades se reconocen en cuanto corren peligro, cuando se vuelven incomodas o dificiles de vivir. Cuando se habla de identidad, se piensa en negros, lesbianas, transexuales. Es difícil advertir que existe un guión donde una frase como “mirá cómo me ponés” puede ser pase libre al cuerpo de una mujer. Pero la buena noticia para todos, es que el desarmado de este guión es lo que viene sucediendo hace años, lentamente y con un constante trabajo de diversos colectivos y que quedó en evidencia como nunca hasta ahora, en el caso Darthes. Si la famosa sentencia de Jacobo Winograd, “billetera mata galán”, apuntaba, sin abandonar el tono machirulo, a bajarle el precio a la figura del langa que se las sabe todas, el movimiento potente y diverso que toma las calles una y otra vez, tanto para demandar como para poner límites a las instituciones patriarcales, ese movimiento capaz de convertir en feministas desde a las Madres de Plaza de Mayo hasta las actrices que ahora son colectivo ha impuesto una mejor fórmula: “feminismo mata galán”.

Más efectivo y menos beligerante de lo que parece, este mazazo al muro patriarcal beneficia no a una actriz protagónica sino a muchísimas personas interesadas en reconfigurar un mundo donde no exista peligro de muerte, de violación, de acoso y de violencias micro y macro simplemente porque una parte de la población fue educada para la guerra, ostentar erecciones, refrendarse constantemente entre pares y subalternas. No es un invento ni una caza de brujas invertida, como están diciendo por ahí. El mismo Grayson Perry, haciendo cuentas, propone medio en broma pero bastante en serio, cobrar un impuesto a la masculinidad. Se basa en el déficit que le genera al Estado inglés (10 billones de libras por año) los crímenes de todo tipo que son perpetrados en un 90 por ciento por hombres. Mucho menos quería Calu Rivero cuando empezó esta historia: “Lo que yo buscaba era que me mirara a los ojos y me dijera ‘perdón Calu, me equivoqué, no sé qué me pasó’ o lo que sea que le salga y que pueda comprenderse como una disculpa”. Pero la masculinidad entendida en formato arcaico muchas veces ni siquiera encuentra los 7 errores en la escena del crimen. La sociedad que exige mano dura, tampoco admite sus disculpas. Por eso, esta historia espectacular que empieza patéticamente como Dulce amor y termina en Patito feo, admite ser leida, escena por escena si no como via crucis del patriarcado, como una serie de instantáneas que permitan seguir pensando en cómo se va a caer, y cómo seguir en la tarea de desarmar una maquinaria que duele.

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– Escena 1: Dulce amor

Fines de 2012. Alto escándalo: Calu Rivero abandona el primer protagónico de su vida en la novela más exitosa del año. ¿Se volvió loca? Desde Rolando Rivas en los años 70, cuando una actriz se retira intempestivamente es por algo y ese algo es hormonal. Una pasión irrefrenable que en ellas se solía etiquetar como “fiebre uterina” y en ellos, llegado el descenlace, como “crimen pasional”. Las verdaderas razones de éxodo, aparecen en las revistas en formato rumor con derroche de condicional: “habría habido supuesto acoso sexual”. La actriz responde con evasivas aunque deja pistas para buenos entendedores. Pero no había entendedores y ella no tenía un vocabulario disponible. La palabra patriarcado, concepto clave de la teoría feminista, se estaba volviendo un arcaísmo y nadie había resucitado todavía la famosa “sororidad”. Pero además, hubo silencio interesado de compañeros y testigos, y también comentarios claramente denigratorios. ¿Por qué no lo dijo con todas las letras? Porque el relato de una humillación en un panorama donde, como bien alerta Mirtha Legrand, “como te ven te tratan”, es una caída en la vergüenza asegurada. Hoy ya no. Solo a un carcamán como Nicolás Repetto se le ocurre preguntar qué tenía puesto una chica que fue violada o por qué Thelma esperó tantos años para denunciar al violador. Hoy es poco probable que que un candidato a presidente de este país grabe un video de campaña donde fuerza a una niña, como hizo Mauricio Macri en 2016,  a que se siente en sus rodillas, mientras trata de persuadirla a la voz de “ya te vas a aflojar”.

– Escena 2: La sagrada familia

Agosto de 2015. Revista Caras. Juan Darthes muestra a su familia al desnudo en las playas de Cancún. ¡Cuántas defensas desmedidas ha inspirado la institución familiar a lo largo de la historia! La familia siempre está en peligro, del comunismo, de los libertinos, de los pañuelos verdes. Foto familiar ahuyenta rumores. Y si encima el combo viene con el plus de una sexualidad plena, más todavía, la satisfacción como coartada. Dice Darthes: “Entre nosotros hay mucho sex appeal y complicidad. Estamos muy bien juntos en la cama, así que no hay lugar para las dudas. A María le toco la cola todo el tiempo, aun delante de mis hijos. En la sexualidad con mi mujer somos muy libres”. Aquí reaparece la vieja mitología del hombre como animal, que es feo como el oso y fuerte como un toro y que si bien es desenfrenado por naturaleza, mientras tenga en casa donde descargarse, o a quien tocarle el culo, el resto de las presas quedan a salvo. “No hay manera de estar tan bien después de 20 años si no hacemos el amor cada día mejor.” “Mis pingos”, dice el actor en referencia a sus dos hijos, metáfora que para hijas mujeres no usan jamás los padres. Yeguas, cachorras, loros y conejitas, pertenecen a otra cadena de sentido.

– Escena 3: Yo te creo

11 de noviembre de 2017. Pasaron apenas 5 años pero si analizamos el contexto del feminismo internacional y local, mejor decir que “pasaron cosas”. La periodista de espectáculos Catalina Dlugui le pregunta en su programa a Calu Rivero recién llegada de Estados unidos, por el #MeToo que acababa de explotar en Holywood. Ella, que no tenía pensado hablar del asunto, responde con la frase que enciende el fuego: “A mí nadie me lo tiene que contar, yo viví el acoso en carne propia” Mucho antes en Argentina se articulaba en 2015 el movimiento #Ni una menos que hoy es una marea que atraviesa el planeta. En 2016 se produce aquí el primer paro de mujeres, que introduce el factor capitalismo en la resistencia a las violencias. Las acciones en redes se multiplican. En 2016 una acción se replicaba en México y Brasil #miprimeracoso fue tan potente como el  Movimiento #NoNosCallamosMas y el YoTeCReoHermana, son algunas de las vías no de un escrache a mansalva, como se simplifica, sino armado de  rompecabezas que sorprende a las mismas mujeres. Mientras tanto el gobierno nacional también emprende campañas.  Juan Darthes protagoniza un spot que siguió en las redes hasta el día en que la denuncia de Thelma la volvió una patética mascarada. Mapa de la distancia que hay entre las políticas de Estado y los slogans.

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– Escena 4: El efecto disciplinador

Otro galán, Facundo Arana, aporta a la causa una declaración muy ajustada a los tiempos de la corrección política sin política: “Creo que Calu se sintió acosada y creo que Juan de ninguna forma la acosó. Lo conozco a Juan desde hace muchísimos antes. Lo conozco bien.” Arana habla en la misma línea de quienes afirman que no están contra la causa de las mujeres pero detestan a las feministas, no son homofóbicos pero que no se hable del tema en las escuelas, no son racistas pero que no vengan a atenderse en nuestros hospitales. Siguen las firmas. Como le pasó a Oscar Wilde en el siglo XIX en el histórico juicio por sodomía que da por la homosexualidad como estigma, la víctima fue a parar al banquillo del acusado. Golpe de efecto: la abogada famosa por defender a las esposas de la farándula está del lado de la flamante víctima. Cuando Darthes dice que fue a presentarse a la Justicia, en realidad debe decir, que decidió judicializar un caso donde tenía las de ganar. El actor no se conformará con las disculpas, quiere que Calu Rivero diga que no pasó nada, que se desmienta y que pague costas por el honor mancillado. Mientras tanto, se suman dos denuncias más que también reciben sus respectivas cartas documento.

– Escena 5: Mirá cómo nos ponemos

La escena de Thelma Fardin denunciando la violación, es una puesta en escena. Está actuada, tiene una escenografía, eligieron un cuarto de hotel. Y aun así, transmite verdad. Esta decisión, criticada por lo artificiosa, es uno de los grandes hallazgos del colectivo de actrices. La chica cuenta una experiencia sórdida pero ha logrado zafarse de la rutina que se aplica en estos casos: un lugar oscuro, policial, repitiendo detalles muy íntimos ante gente que no le cree. Ha dicho la verdad, pero en su salsa, es una actriz, lo hizo en un set. No son lágrimas de cocodrilo pero tampoco las lágrimas que se esperan con saña de lo que debe ser una mujer destruida para siempre. No hay destrucción, hay emociones y un grupo integrado por un centenar de actrices que apoya la denuncia. Más todavía: denuncian con ella. Estas mujeres en una acción tan performática como política, se apropiaron, como antes hicieron gays, trans y lesbianas con el insulto queer, de la frase que habrá estado años taladrando el recuerdo de Thelma: “mirá cómo nos ponemos”.

Se rompe también el mito de la respuesta emocional e irreflexiva típica de las chicas. Hubo una estrategia. Un crimen que no prescribió, un camino legal, un apoyo de amigas y abogadas y una presentación pública a dos a dos días de que Calu Rivero tuviera que enfrentarse con un triunfante Darthés que no asistió a la reunión.

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– Escena 6: Carroñeando tendencias

Un día antes. Con bombos y platillos, como corresponde a la justicia mediática, se retira la abogada. Al asesino y violador Jorge Mangeri le pasó lo mismo. Fue representado por abogados mediáticos que lo mantuvieron a flote un tiempo, y cuando las pruebas se hicieron irrefutables, le largaron la mano, por razones éticas. Al final, la tan temida sentencia mediática queda a cargo de los letrados. No está todo perdido. Ya hay un abogado que acusa a Ana Rosenfeld de haber roto el secreto profesional. Claro que lo hace en vivo, mientras se postula por TV para representar a Darthes, y a viva voz anuncia una caza de brujas por parte de las actrices.

El mismo día: Eduardo Feinmann, indignado como nunca, hizo su homilía contra el violador. Pero se olvidó de su público que lo mató en las redes. ¿Acaso se había pasado para el otro lado? Para muchas personas no importa la causa sino quién la sostiene. Al día siguiente el mismo Feinmann, con la misma vehemencia pegó el volantazo: “No acompaño el colectivo de las actrices abortistas, sólo acompaño el reclamo de todas las mujeres”. Asunto resuelto, sus seguidores siguen al pie de su cañón.

– Escena 7

Bien lejos de las luces del centro, las linea 137 y la 144, nacional y provincial explotan de llamados. Pero el efecto dominó, tan celebrado con cifras que vuelan (¡se registraron 214 llamados por abuso infantil, un 240 % más que lo habitua!) e invitan a un festín de denuncias, no es un juego de mesa. Lo que no se dice pero manifiestan las escasas encargadas de atender los teléfonos es las precarias condiciones en las que trabajan las pocas contratadas, que hubo despidos del Instituto Nacional de las Mujeres (INAM )recientemente y que para cubrir la demanda están tapando los baches con cambios de horario y con gente de otras áreas. “El trabajo de hoy es desquiciante –refiere una de ellas– el número 144 provincial, más allá de lo que se viene difundiendo, no es para denunciar, las compañeras recibimos el malestar de quien llama y tratamos de dar cuenta de la falta de políticas públicas de verdad”. Dicho en cifras, mientras que en 2018 la partida destinada al INAM representaba el 0,006 por ciento del presupuesto nacional, para 2019 representa el 0,00005 por ciento.

Continuará…

“Si esto es cierto, yo soy el primero que me mato, el primero que me condeno”, dice Juan Darthes en la entrevista donde intenta, con patética fidelidad al viejo guión,  un contraataque. Pero qué extraña suena esta promesa –¿o amenaza?– de suicidio anclada a una certeza en suspenso. ¿Acaso él no sabe lo que pasó? No es que haya conjugado mal el verbo, habla de certeza en términos jurídicos. Se podría traducir así: “denme un tiempito más, si la justicia determina que fue cierto, soy el primero que me mato”. Mientras tanto asume “Yo ya estoy muerto”, pero aún así, pide una yapa. Queda la carta de la Justicia. Teniendo tan fresco el fallo ‘anti ejemplar” de los jueces marplatenses por el crimen de Lucía Pérez, se entiende que le pida una prórroga a la condena social. El sagrado principio de que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario, aparece como coartada y no como derecho, reducido a banalidad del mal. O en términos más fácticos: El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos que asesoró a Thelma Fadin denunció ayer una serie de allanamientos nocturnos, sorpresivos, por parte de la Policía de Nicaragua que se llevó documentación y equipos. Continuará. No se sabe cómo pero sin dudas con un camino dificil, cuesta arriba y dinamitado. Pero en lo posible, sin nadie que mire desde arriba y se niegue a ayudar a quien intenta avanzar.

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