En Yemen, país árabe -que limita al sur con Arabia Saudita- hace tres años que hay una guerra civil, entre hutíes (que adhieren al islam chiita) que a fines del 2014 se hicieron del poder de la capital Saná y facciones sunitas.

Pero desde marzo del 2015 la situación se agravó terriblemente cuando Arabia Saudita, de mayoría sunita, comienza a intervenir en esa guerra liderando una coalición de países árabes suníes.

La principal excusa de esa intervención fue que los hutíes estaban financiados por Irán (chiitas), de histórica rivalidad con el mayor exportador mundial de petróleo, el país que en los hechos gobierna el príncipe heredero Mohammed Bin Salmán.

Pero esa rivalidad no es solo religiosa: las mayores reservas de petróleo de Arabia Saudita están ubicadas en la parte este del reino, donde habita una mayoría chiita, susceptible de ser influenciada por Irán.

El reino suní, que desde hace tres años viene provocando, con esa coalición que lidera, una crisis humanitaria en Yemen, por lo cual Bin Salmán es acusado por diversas organizaciones de derechos humanos de crímenes de lesa humanidad, tiene una de sus principales preocupaciones en los ataques que los hutíes –como respuesta a su ofensiva- realizan a los buques petroleros saudíes en el Mar Rojo.

De prolongarse esa situación Arabia Saudita debería desviar sus buques hacia el sur de África, lo que aumentaría en más de 4.000 kms, el recorrido de su petróleo, hacia Estados Unidos, uno de los principales compradores del “oro negro” saudí.

Eso explica, entre otras cosas, la alianza que Trump (otro de los 20 más odiados que asistirán a la cumbre del G20) vino sosteniendo con el país árabe suní.

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Alianza que se traduce en venta de armas a ese reino, para que pueda intervenir en Yemen, provocando una de las mayores crisis, sobre todo desde fines del año pasado cuando la coalición dirigida por el príncipe heredero cerró puertos y aeropuertos yemeníes.

La misma ONU, esa institución dirigida por países imperialistas, afirma que si ese país no recibe ayuda humanitaria, más de 8 millones de personas pueden llegar a morir de hambre, generalizándose la hambruna. Pero Arabia Saudita mantiene un férreo bloqueo sobre Yemen. Mohammed Bin Salmán es uno de los mayores responsables políticos de ese horror que viven millones de yemeníes y Macri lo recibe con honores.

En medio de esto, sucedió el asesinato del periodista saudí opositor Khashoggi que provocó un tembladeral político, el gobierno de Trump intentó todo el tiempo la defensa de su aliado en Medio Oriente.

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Por ese asesinato y por los crímenes en Yemen, en Argentina, el juez Lijo recibió la denuncia de Human Right Whatch acusando al príncipe de violación del derecho internacional.

Pero el Gobierno de Cambiemos ya anunció que este siniestro personaje gozará de inmunidad diplomática, saltándose tratados internacionales sobre derechos humanos.

Mohammed Bin Salmán, fue presentado por la prensa imperialista y sobre todo en Estados Unidos, como un “reformista”. En junio de este año con la firma de Salmán, un decreto real autorizaba a las mujeres, por primera vez en largas décadas, a manejar vehículos en ese país teocrático, el único en el mundo que mantenía esa increíble prohibición.

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También daba el visto bueno para que puedan tener sus propias empresas, ingresar al ejército, estudiar y hacer teatro y asistir a los estadios.

Pero esta política aperturista hacia las mujeres (que en realidad son derechos más que básicos conquistados con una larga lucha, sobre todo en la clandestinidad) convive con el encarcelamiento de activistas feministas que luchan por conquistar una verdadera igualdad de derechos. Desde el mismo mes, decenas de militantes fueron presas en cárceles saudíes, y ni siquiera se conoce a ciencia cierta en qué prisiones están.

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Una gran campaña lanzada por el gobierno del príncipe las acusa de tener contactos con “entidades extranjeras”, llamándolas traidoras. La profunda misoginia no solo es patrimonio de Trump, el gobernante del principal Estado terrorista del mundo, que también será recibido con honores en Buenos Aires.

El “reformismo” de Mohammed Bin Salmán que tiene más que ver con la necesidad de diversificar la economía, va de la mano de una profunda represión a opositores a su régimen. Las ejecuciones y torturas están a la orden del día.

El brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, muerto en el consulado saudí de Estambul, es una muestra de eso.

Por si todo esto fuera poco, el reino saudí -en Medio Oriente- busca entablar relaciones oficiales con el Estado Nacional Judío de Israel, el país opresor y asesino de palestinos. El heredero del trono saudí, que es también ministro de Defensa, reconoció el derecho de Israel a existir y tienen amigos en común -Estados Unidos- y también enemigos: el país persa de Irán.

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La principal potencia de los países árabes y el Estado de Israel (único país de Medio Oriente que tiene arsenal de guerra nuclear), son así aliados estratégicos de EEUU.

El príncipe, que para estar en Buenos Aires trajo un inodoro de oro y grifería de una exclusiva marca inglesa, además de una comitiva de 400 personas, más de 10 autos blindados traídos en aviones de carga de su país y un servicio de seguridad impresionante, estará en Argentina durante la cumbre del G20.

La cumbre de los más odiados saqueadores y opresores de los pueblos del mundo. Contra esos imperialistas, en apoyo a esos pueblos, nos movilizaremos el viernes 30 a las 15 hs., desde las avenidas San Juan y 9 de Julio.

Cuidado. Hay un asesino suelto en Buenos Aires.

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