Desde el jueves, la ciudad de Buenos Aires estará sitiada por las fuerzas represivas del estado argentino, que fueron nutridas a lo largo de todo el año con un presupuesto extraordinario cercano a los 3.000 millones de pesos, suplementadas por fuerzas enviadas por los distintos países participantes.

En el país del ajuste brutal a los trabajadores y del endeudamiento para varias generaciones, de la recesión e inflación, de la destrucción puestos de trabajo y el derrumbe de las condiciones de vida del pueblo trabajador, no se escatimaron recursos para la vigilancia de la población local y la protección de los líderes del mundo.

La “libertad de tránsito”, incuestionable cuando se trata de impedir la protesta del pueblo en defensa de sus derechos y sus condiciones de vida, fue suprimida para garantizar esta cumbre de objetivos dudosos y que incluye a algunos de los mandatarios más odiados del mundo.

Este escenario de guerra para el pueblo para que haya paz para las deliberaciones dice mucho del contexto, el contenido y los participantes de la Cumbre.

En el contexto local, Macri sin duda lidera uno de los gobiernos que se ha ganado el odio de la población trabajadora. El modelo económico que por ahora ha beneficiado centralmente a banqueros y especuladores, está basado en un brutal ajuste al pueblo trabajador en múltiples frentes, como el aumento radical de los precios de los servicios esenciales, la inflación galopante, le techo salarial y el ahogo presupuestario en salud y educación. Los pertrechos militares que esta semana protegerán a los participantes del G20 son activos que quedarán para garantizar por la fuerza la continuidad y profundización del ajuste.

Argentina además se inscribe en un contexto regional fuertemente afectado por las disputas comerciales entre Estados Unidos y China. Considerada históricamente por Estados Unidos como su patio trasero, América Latina es terreno de disputa comercial entre estos dos países, luego de haber estado una década fuera de la lista de prioridades de la política exterior estadounidense, situación que China aprovechó para ganar terreno para sus capitales.

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No sorprende que el evento más significativo que ocurrirá en el marco de la Cumbre sea la reunión entre Trump y el mandatario chino Xi Jinping. No es claro qué resultado pueda tener esta reunión bilateral. La defensa de los intereses económicos y el resguardo de los desarrollos tecnológicos de las empresas estadounidenses en suelo chino parecen objetivos muy ambiciosos, aun cuando Trump tiene amplia ventaja en la guerra de aprietes impositivos.

Ahora bien, ¿qué tienen que ver esta disputa entre intereses capitalistas chinos y estadounidenses con los intereses de las trabajadoras y trabajadores del mundo?

¿Qué pueden esperar las mujeres del mundo de la reunión entre el misógino Trump, odiado por el movimiento de mujeres de su país y el #MeToo, y Xi Jinping, un mandatario para nada comprometido con la perspectiva de género?

¿Qué pueden esperar los trabajadores del mundo de la reunión entre el xenófobo Trump, que hizo de la demonización, hostigamiento y represión a los trabajadores migrantes una de las principales banderas de su campaña electoral, que no ha dudado en encarcelar a niños migrantes y separarlos de sus padres, y que hoy se encuentra empeñado en reprimir la Caravana de migrantes centroamericanos, y Xi Jinping, que está empeñado en reprimir brutalmente a activistas y estudiantes que defiendan públicamente los derechos de los trabajadores.

Otro presidente muy “democrático” y “comprometido con la perspectiva de género” que se hará presente en el G20 es el ruso Vladimir Putin, cuyo gobierno se caracteriza por la represión a los homosexuales y a las mujeres.

También se hará presente el rey de Arabia Saudita, Salmán bin Abdulaziz, aliado estratégico de Estados Unidos. El líder de la monarquía saudí se encuentra intentando neutralizar los efectos del escandaloso asesinato del periodista Kashoggi que involucra a su hijo, el príncipe heredero Mohamed Bin-Salman. Pero el monarca saudí tiene sus propios méritos: la guerra que lidera contra Yemen lleva 3 años y 85.000 niños con riesgo de muerte por desnutrición producto de la guerra.

 

Dos mandatarias que participarán del G20 están en retirada, no sin haberse ganado importantes cuotas de odio. Theresa May, la primera ministra británica, cuyo gobierno se encuentra en crisis por las dificultades en liderar una negociación aceptable el retiro del Reino Unido de la Unión Europea. Angela Merkel, la canciller alemana, intenta pilotear su retiro en el marco de la crisis del multilateralismo neoliberal, que le permitió saquear durante una década el sur de Europa tras la crisis financiera; muestra de ello es la dureza con la que manejó la crisis griega, que tras años de un duro ajuste a los trabajadores sumió al país heleno en un mar de desocupación.

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De Italia viene Giuseppe Conte, que fue propuesto como primer ministro por el Movimiento Cinco Estrellas y Matteo Salvini de la ultraderechista Liga Norte. Salvini comparó a los inmigrantes con esclavos. La principal propuesta de esta coalición, que asumió en junio, fue expulsar 500 mil inmigrantes. De Francia vendrá el primer ministro Emmanuel Macron, quien impulsa una serie de reformas antiobreras. Una multitud se movilizó estos días contra el aumento de los combustibles en ese país.

Por su parte, el presidente de Brasil alcanza niveles insuperables de odio. Su popularidad inferior al 5% está relacionada con su papel en el golpe institucional y a las reformas antiobreras que lleva empeñosamente adelante. Tuvo la delicadeza de invitar al ultraderechista presidente electo, Jair Bolsonaro, el continuador del proyecto golpista enemigo de las mujeres, de los negros, inmigrantes, pueblos originarios y de la comunidad sexodiversa.

Para defender a todos estos enemigos de los trabajadores y el pueblo, la ciudad de Buenos Aires estará militarizada y paralizada durante la cumbre. Contra los “líderes mundiales”, está convocada una movilización el viernes 30 a las 15 horas. El PTS-Frente de Izquierda participará con un contenido antiimperialista y anticapitalista, y en solidaridad con los pueblos del mundo: rechazando a estos hombres y mujeres que son los jefes de los países que dirigen el FMI que saquea países como Argentina o Grecia; en apoyo a los inmigrantes que sufren la discriminación de Donald Trump o que mueren en el Mediterráneo intentando llegar a Europa; a las mujeres que enfrentan su misoginia y luchan por sus derechos; a los trabajadores que enfrentan sus ataques en todos los países; al pueblo brasileño que rechaza al golpista Temer; a las colonias francesas que sufren intervenciones imperialistas como la de Macron.

 

A las trabajadoras y trabajadores de Argentina nos toca estar en el lugar de los hechos. Tenemos la oportunidad de levantar junto a nuestras banderas, como que se vaya el FMI y el no pago de la deuda externa, las banderas de los oprimidos del mundo. El viernes 30 tenemos que estar todos en las calles y derrotar el blindaje que el gobierno de Macri nos quiere imponer.

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