Noelia Ávila, especialista en el arte del plegado de papel.

Noelia Ávila, especialista en el arte del plegado de papel.

 En el Día Mundial del Origami, que se celebra hoy, dos referentes argentinos cuentan sobre la práctica del plegado de papel, una actividad que trascendió las fronteras de Japón y lo meramente lúdico, y que despierta el interés por la cultura japonesa así como la creación de nuevas configuraciones y modos de pensar el mundo en sus correlatos artísticos y tecnológicos.

Cada 11 de noviembre se celebra el Día Mundial del Origami en Japón, palabra japonesa que significa doblar papel («oru» es doblar y «kami» papel) y el término define tanto al objeto resultante como a la acción de plegar. Así lo explica la especialista Noelia Ávila a Télam, quien participó de algunas actividades alusivas organizadas por la Embajada de Japón en Argentina durante estos meses de aislamiento social. Precisamente hoy, la sede extranjera realiza una convocatoria para compartir origamis por las redes.

Usado originalmente para fines ceremoniales, «el origami que hoy conocemos tuvo su surgimiento en el Edo japonés (siglo XVII al XIX), una época en donde florecen las artes y hay una visión hedonista de la vida, y el origami encajó en ese momento como un juego, un pasatiempo relacionado al papel», explica por su parte Masao, otro experto que lleva veinte años practicando esta técnica.

Avila, que tiene una cuenta en Instagram llamada @chicaorigami, es diseñadora gráfica y realizadora audiovisual. Origamista de vocación, busca incentivar, difundir y promocionar este arte. Ha dictado clases y expuesto sus obras en diferentes partes de Argentina, como así también en Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Estados Unidos, Brasil, México y Japón. Por su parte, Masao hace veinte años que hace origami y diez que lo enseña y tiene un negocio dedicado a la venta de papeles para esa práctica.

El arte del plegado del papel tiene multiplicidad de aplicaciones en distintas ramas de conocimiento, así como su correlato en la expresión artística, con esculturas de papel con nombres internacionales como Robert J. Lang (que introdujo la matemática en los patrones), Paul Jackson, Sipho Mabona, Mademoiselle Mauricee, e incluso el uruguayo Luis Camnitzer.

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La artista Analía Saban (1980, Argentina), por ejemplo, dialoga desde su búsqueda artística con la obra de Camnitzer («Origami – De la serie Papelitos» (1967), en uno de los capítulos del programa «Hable con ella», que se presenta en el el Malba.

Hay artistas que toman al origami como un elemento poético dentro de su obra pero no se dedican específicamente a ellos, mientras que otros sí centran su obra en el plegado. Entre los más conocidos está Akira Yoshizawa (1911–2005), el padre del origami moderno, y la artista Tomoko Fuse (Japón) que estuvo hace dos años en Argentina, según explica Masao.

 Una obra del artista Paul Jackson.

Una obra del artista Paul Jackson.

Las aplicaciones del arte del origami en el mundo real son muy variadas, desde la exploración espacial (antenas para satélites para que puedan viajar compactas y desplegarse en el espacio) y en medicina el uso de nanobots y stents, que son como pequeñas piezas de origami. También existen muchos objetos de diseño y piezas que se compactan: lámparas, objetos utilitarios, mapas, cajas, objetos decorativos, así como animaciones, indumentaria, y otras aplicaciones diversas», indica Masao.

«Desde hace 400 años, las madres japonesas han estado transmitiendo a sus niños el tradicional arte del plegado de papel, cuya técnica se ha ido desarrollando y esparciendo por Japón y el mundo», señala por su parte Avila, e indica que «en Japón es mucho más que un arte, es un símbolo de identidad».

La técnica para obtener un origami consiste en el empleo de una hoja de papel que no se corta ni se pega, y tampoco se decora, sino que se dobla en función de una serie de esquemas geométricos precisos. «El resultado representa una figura concreta (un animal, una flor, un objeto cotidiano, una figura geométrica) y tendrá una forma bidimensional o tridimensional», explica la diseñadora.

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En cuanto a los orígenes, para Masao, es erróneo considerar el surgimiento de este arte en China, si bien allí es donde surge el papel. «La tradición china tiene un estilo distinto» -sostiene-. El origami que se practica viene de Japón. La práctica más similar a la que conocemos surge en el siglo XVIII. Antes había otro tipo de plegados, ceremoniales. Se usaban en casamientos, en las figuras que se les entregaban a los samurais como símbolo de suerte, y también eran usados en los templos».

«A medida que el papel se fue volviendo más accesible nació como un origami más lúdico y más parecido al que tenemos hoy. Después hubo una evolución hacia otro origami más moderno, más relacionado con la ciencia y la matemática y que se aplica en muchas ramas de la ciencia», acota.

El investigador Robert Lang sostiene que el pionero Yoshizawa creó un lenguaje común de instrucciones que se convirtió en un estándar para la difusión mundial del origami y generó nuevas formas de gran belleza, lo que alejó al origami de los pájaros aleteando, los gatitos y los juguetes, para crear formas mucho más complejas.

Los expertos coinciden en que las redes y los nuevos dispositivos tecnológicos abrieron un panorama prometedor para la expansión de esta técnica: «Cuando vino la era de internet fue como una oleada, no solo acá sino en el mundo, porque los diagramas eran muy fáciles de transmitir. Fue una gran explosión de contenido la que surgió -analiza Masao-. Antes, aprender a hacer una pieza era siguiendo las instrucciones de un libro pero con internet mucha gente empezó a publicar sus trabajos y diagramas».

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«Ahora estamos como en una etapa distinta, la de las redes sociales. Es interesante, tiene otro matiz, donde hay posibilidad de conocer a grandes origamistas a través de los vivos de Instagram. La etapa de internet fue clave para que el origami creciera en todo el mundo (década del 90), y luego con YouTube, Internet se convirtió en una gran escuela», explica.

Para Avila, «la práctica del origami contribuyó a que se conociera la cultura japonesa en el mundo. Es un arte divertido, mantiene la mente despierta y puede sorprendernos con formas de papel que nunca hubiéramos pensado que pudieran existir. Desde el diseño se exploran teorías y fronteras. Desde la práctica se cultiva la habilidad y paciencia», dice.

¿Cuáles son los beneficios de la práctica del origami? «Mejora la concentración, la autoestima, porque con una hoja uno obtiene un objeto. Es una hoja y pliegues. Es una especie de meditación. La mente tiene que estar concentrada en eso y se relaja de otros pensamientos, descansa», enumera Masao.

«En cuanto al trabajo grupal tiene muchos beneficios y es muy dinámico. Cuando se enseña a niños, todos pueden trabajar juntos. Los que saben le enseñan a los que no. El origami tiene mucha complejidad, muchas ramas y categorías. Con el origami estás trabajando con conceptos matemáticos, lógicos y el hecho de tener que seguir una secuencia de pasos te ordena y enseña a resolver problemas», acota.

El experto define al origami como «el Aleph de papel. Es un punto donde podes encontrar todo y salir disparado a cualquier lugar», en alusión a la idea borgeana.

«El origami, es un arte al alcance de todos que crea puentes de amistad. Durante la cuarentena muchas personas, grupos y asociaciones de todo el mundo, enseñaron origami de forma voluntaria a través de diferentes plataformas y redes sociales, con el fin de compartir», concluye Avila.

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