Una carta encriptada

En 1891 un oficial francés interesado por la historia llamado Victor Gendron descubrió una carta codificada. Se la envió a Étienne Bazeries, de la Oficina de Cifras del Ministerio de Asuntos Exteriores. Bazeries estaba interesado por la criptografía gracias a los periódicos. Por entonces era bastante común que las personas casadas se pusieran en contacto con sus amantes a través de anuncios en los periódicos utilizando códigos secretos. Sus autores jamás pudieron imaginar los muchos ranchos que amenizaron sus mensajes en el cuartel de Bazeries.

Poco a poco sus habilidades se fueron incrementando, hasta que fue capaz de leer sin dificultad los códigos del ejército francés. Su fama creció tanto que le reclamaron del Ministerio de Asuntos Exteriores: acababa de convertirse en un criptoanalista profesional. Bazeries empezó a interesarse por antiguos códigos franceses que estaban aún por descifrar. Con paciencia acabó por leer la correspondencia secreta de las épocas de Luis XIV y de Napoleón. Fue en ese momento cuando le llegó la carta encontrada por Gendron.

Bazeries sospechaba que cada uno de ellos se correspondía con una sílaba del francés y, además, que las letras individuales podían estar representadas por uno o más números. El más frecuente era el 22 -aparecía 187 veces-, seguido del 124, 42, 311 y 125. Bazeries supuso que se correspondían con las sílabas más frecuentes en francés, por lo que asignó al 124 la palabra les, al 22 en y al 125 y 146, ne. Al final pudo descodificar el mensaje.

Era una carta del ministro de la guerra, el Marqués de Louvois, al teniente general Nicolas Catinat, comandante en jefe del ejército en el Piamonte. En ella contaba cómo el general Vivien de Boulonde había sido detenido por huir durante el sitio de Cuneo (1691) y encarcelado en la fortaleza de Pignerol, donde estaría encerrado por las noches pero que durante el día “podría pasear por las almenas con 330 309”. Estos eran dos números que no aparecían en ninguna otra parte del texto y era imposible de discernir su significado por el contexto. Bazeries conocía la historia del hombre de la máscara y supuso que 330 significaba masque y 309 era un signo de cerramiento. Así, Bazeries anunció que el hombre de la máscara fue el general Boulonde.

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Ahora bien, resulta extraño que la palabra máscara, que no suele formar parte del lenguaje militar, fuera encriptada únicamente con un número, algo que sólo sucede con las palabras más usuales. El resto se componían como cadenas de números que representaban letras. Además, Boulonde sobrevivió cinco años a la muerte del hombre de la máscara.

En 2015 se descubrían los inventarios de bienes y papeles del carcelero Saint-Mars (un inventario, de 64 páginas, fue elaborado en la Bastilla en 1708; el otro, de 68 páginas, en la ciudadela de Sainte-Marguerite en 1691). Estos documentos se habían estado buscando en vano durante más de un siglo y se pensaba que se habían perdido. Fueron descubiertos entre los 100 millones de documentos del Minutier central des notaires de Paris, uno de los departamentos del Archivo Nacional Francés que guarda las actas de los notarios que ejercieron en París entre finales del siglo XV y principios del siglo XX. Estos documentos confirman la avaricia de Saint-Mars, que ‘desviaba’ los fondos que enviaba el rey para mantener el prisionero. También describen una celda ocupada por el prisionero enmascarado: contenía tan solo una estera para dormir.

A pesar de todos los esfuerzos por identificarlo, seguimos sin saber quién fue encerrado y borrado de la historia por orden expresa de Luis XIV.

Referencias:

Burgaud É. y commandant Bazeries (1893) Le Masque de fer, révélation de la correspondance chiffrée de Louis XIV, étude appuyée de documents inédits des archives du dépôt de la guerre, Firmin Didot

Loquin, A. (2020) [1st pub. 1900]. Le prisonnier masqué de la Bastille, son histoire authentique, Hachette

Sonino, P. (2016) The Search for the Man in the Iron Mask: A Historical Detective Story, Rowman & Littlefield

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